Parece que cada cuatro años muchísima gente cambia de televisor. No es por la nombrada resilencia, sino porque llega el mundial de fútbol y hay que ver los partidos en tamaño más grande de lo que uno está acostumbrado.
Reconozco que yo no soy muy aficionada a este deporte, pero un mundial es todo un acontecimiento y no hay quien se escape de ver alguno de los partidos. A mi personalmente me gusta ver las finales y sólo el final de las finales. Si además gana el que yo quiero pues me quedo con buen sabor de boca, eso sí, hasta el mundial siguiente.
Por eso me cuesta tanto entender que las ventas de los televisores suban tanto en estas fechas. ¡Comprarse un aparato más grande del que ya tenemos sólo por unos días!
Qué importante es el fútbol en nuestra sociedad y en estos momentos.
Vivimos en un país donde el deporte comparte cartera ministerial con cultura, ¡ni más ni menos! Entiendo que ese matrimonio estará fundamentado en algo, aunque no se exactamente en qué.
Tenemos un nuevo ministro de cultura y deporte cuya proyección más conocida es la tele.
Es un periodista, escritor y presentador que ha manifestado en diversas ocasiones que no le gusta el deporte aunque sí el teatro y todo lo que tenga que ver con la creación. Es un buen ejemplo de sujeto dividido, listo para angustiarse cada vez que tenga que elegir entre un gran estreno de su actor favorito y una final de futbol. Creo que será un buen entrenamiento para el nuevo ministro, fiel reflejo de la división que ya tenemos en Nuestro país, aunque por diferentes cuestiones claro.